La ciudad de ruido sin melodía
La
Ciudad de México es un buen espacio para vivir y sobre todo para sobrevivir.
Permite lujos irracionales, pobreza extrema y una gama de posibilidades en
medio. En una de esas me encuentro yo. Alguien que tiene estudios básicos
subsidiados por el gobierno, estudios universitarios obtenidos en la máxima
casa de estudios (en verdad un privilegio) y formación de maestría en otro
centro máximo de estudios de posgrado. No me ha ido mal, no estoy excelente.
Me ha
tocado ser parte de movimientos sociales que demuestran el hartazgo absoluto
que se va incrementando con cada una de las tomadas de pelo que el gobierno
local y federal han ido generando al decidir para unos cuantos, disponiendo de
todos. Mis padres se han y se siguen manteniendo al margen de éstos. Mi madre
tomó alguna vez la bandera de el “género” y su discurso la ha mantenido en esa
visión. Mi padre es lo que el clásico gobernante espera de su pueblo, alguien
que tiene lo necesario y un poco más, para no dar lata y soportar cuanto
impuesto o ley se ocurra. Son pues, testigos mudos que miran todo desde la
banqueta y no les da por unirse a una marcha.
Por
el contrario, yo si he decidido salir a marchar y levantar la voz cuando es
necesario. Soy alguien que discute desde la trinchera que le corresponda y
hasta donde mi lógica permite. Me gustaría participar más activamente, pero la
realidad no me lo permite y debo retomar rutinas por que hay otros intereses
que se deben cumplir. Y me queda claro que de manifestaciones nadie vive, por
eso al fin del camino siempre los líderes se terminan vendiendo o colocando en
sitios estratégicos que la misma sociedad les tiene preparados. Por que en
México desde hace tiempo los líderes dejaron de ser auténticos, reales y sinceros
con ellos mismos. Al contrario, quienes se identifican como tales, es por un
autonombramiento o por ser representantes de corrientes ideológicas, no por ser
líderes.
Hace
poco visite el museo de Tlatelolco, en el cual había una sala dedicada al movimiento
estudiantil de 1968 y es interesante como reconstruyen la historia y los mismos
protagonistas se exponen al tiempo y a nuestra realidad en donde las cosas
siguen estando mal y los habitantes de la ciudad nuevamente toman las calles
para… ¿para qué? Realmente y tras la experiencia vivida ¿es prudente hacer lo
mismo? Necesitamos encontrar mejores ritmos y una melodía conjunta. Todos los
procesos que se van generando son experiencias, para desgracia nuestra no muy
gratas, debemos aprender y tratar de ir un paso más adelante, pero para ello
hay que leer, prepararse, escuchar, tolerar, incluir, participar, ser y sobre
todo comprometerse sin esperar algo a cambio.
No
confío en los fanáticos, en los perezosos, en los amantes de las mascotas, en
los que desean tener hijos, en los que se atribuyen un partido sin pensar un
poco, en aquellos que miran televisión común y corriente, en los que leen un
solo periódico, en los veganos, en los religiosos, en aquellos que siempre van
contra el sistema, en los Godínez empedernidos, en los furiosos incansables, en
los políticos agradables o carismáticos, en los que revisan la historia, en
aquellos que opinan con los dientes sucios u opinan sin haber vivido ni
siquiera una caminata en apoyo al maltrato animal. No confío por ahora en
muchos de los que ocultan u ocultamos quienes somos.
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