El cuarto de baño
No
sé ustedes, pero a la mayoría de nosotros nos agrada estar y hacer en nuestro
propio cuarto de baño, es un espacio de la casa de completa privacidad y
ensimismamiento. Pero lejos de cualquier vicio adquirido en ese espacio, el
entrar a baños ajenos siempre brinda información interesante de la persona que
normalmente lo ocupa.
Pero
regresemos un poco y retomemos el asunto de los vicios. De niño mis padres me
dejaban sentadito a la espera de que el cuerpo descomiera y en la espera me daban
un libro (un cuento breve) el cual podía hojear hasta que todo terminara y
pidiera apoyo nuevamente de mis padres para concluir la higiénica misión. Con
el paso del tiempo la costumbre de meterme a “hacer” y leer se volvió practica
común, que en ocasiones era interrumpida por la urgencia de otro integrante de
la familia que tenía que leer. Recuerdo que en casa de abuela y algunos tíos,
dejaban el tv-guía sobre la caja del escusado, para que el visitante se
sintiera a gusto echando una lectura casual. Con la llegada de los celulares la
cosa cambio y en vez de leer, el rollo es mantener la comunicación escrita o
pasar niveles de algún juego, a sabiendas de que esa práctica es un foco rojo
de higiene.
La
lectura o la escritura y el baño creo será una simbiosis realmente prometedora,
confieso que algunos de los poemas que he escrito, iniciaron con una idea que
surgió en ese espacio cubierto de azulejos. También puedo confesar que nunca he
colaborado con dibujos o escritos en las paredes, aunque de chamaco alguna vez
anoté en varios cuadritos de papel mi nombre corto, por ocioso. Me he quedado
con ganas de pintar alguna cosa, pero mi educación lo impide. En una siguiente
ocasión hablaré de los objetos extraños con los que me he topado al visitar
baños ajenos, que van desde calzones, hasta cortinas ridículas, pasando por
baños con tina o aquellos en obra negra donde su uso depende de acción manual y
una cubeta, pero eso en otra ocasión.
Tema casual y divertido, me agrada leerte amigo.
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