8 de marzo, celebrando la diferencia
Intento tener cuidado al escribir para no pretender, no ofender y
poder generar empatía con quien lea este breve texto. He traído en mente una
serie de ideas, provocadas por el éxito de una mujer mexicana que ha tenido la
oportunidad de ser vista internacionalmente por un solo trabajo, poniendo en
duda sus habilidades histriónicas, justificando en la mercadotecnia el éxito de
la película donde apareció y dejando invisible lo demás que hizo que todo
combinado fuera clave del éxito.
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Lejos del ojo crítico respecto a la película en técnica,
dirección, arte y producción, los reflectores y notas periodísticas, devoraron
duramente a la mujer que fue señalada como fea, sin talento, mal vestida y poco
preparada, sumándose los memes que festejaban fotos desafortunadas y frases de
la cinta. Sin más, hubo dos bandos: aquellos que festejaban sinceramente,
señalando la discriminación que abunda en nosotros y los otros que siguieron
alimentando la negatividad humana. Las portadas de revista generaban debate del
vestuario, proyección, de la envidia por la oportunidad que tenía y al final,
el máximo premio se lo llevó el hombre encargado del proyecto y Yalizta volvió
al anonimato social, con aplauso y reconocimiento internacional y un discurso
poco audible de derechos laborales de las empleadas domésticas.
Lo ocurrido con Aparicio me recordó a otra mujer que tuvo (y
tiene) que hacer frente al rechazo generalizado y al señalamiento por fea, no
tener talento, ser oportunista, ser excéntrica, pero sobre todo por haber
separado a los Beatles. Yoko Ono es una mujer que ha peleado por generarse un
espacio de expresión que la reconozca como individuo. Antes de que se cruzara
su vida con la de Lennon, tenía historia y un nombre formado, desconocido para
aquellos que no fueran del círculo artístico
contemporáneo, pero sus antecedentes generaron que John fuera a ver su
trabajo y quedara impresionado. Mujer fuerte, libre, sexual, con preparación
académica, dominio de su cuerpo, experimental, con dos matrimonios previos y
una hija, dispuesta a ser escuchada, mujer que provenía del país derrotado y
bombardeado en la segunda guerra mundial y que se había enamorado de un héroe
generacional británico.
La prensa la atacó, humilló, señaló, sobreexpuso y criticaba su
injerencia en los “asuntos” del marido. El tiempo y el hartazgo llevó a la
pareja a cambiar de residencia y ahí, Yoko enfrentó la pérdida, luego un poco
de empatía y después, más acusaciones por el manejo y explotación de la marca
John Lennon. Ella se convirtió en la viuda, en la mujer que había influido en
su marido, en su música, en sus decisiones comerciales, en aquella pareja
incómoda que llenó de excesos, malas experiencias y había domado al rebelde. Al
final, ella ha negociado, ha ido reescribiendo su propia historia y cedido a
brindar la voz de John. Pero siempre será referente de aquella mujer que separa
a los amigos.
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En México estamos mal acostumbrados a criticar todo,
justificándonos en bromas y chistes, que reflejan nuestras ideas tradicionales
que discriminan y señalan a las mujeres. Si es bonita, su éxito será por hacer
favores o por ser “perra despiadada”, si es fea y triunfa, es por un equipo que
la apoya y pensó todo para generar polémica, pero si es común, seguro viene de
herencia y jamás llegará a ser lo que su madre, padre o tíos hicieron. Al
final, el rol que vaya ganando es producto de otros y no de ellas, y si se da
el caso, seguro es lesbiana o se la pasa protestando todo, pues esta
acostumbrada a llevar el control de la situación. Si sumamos violencia a las
historias femeninas, la cosa se pone peor, pues aun existen imbéciles que
aseguran que la actitud o vestimenta provoca que el hombre actúe en contra de
la mujer. Y si ponemos en tema su poder y capacidad de decisión, el debate no
termina.
Sensibilizarse con una problemática de mujeres no es cuestión de
discurso político o exige ser parte de los grupos diferentes, es aprender de
manera consciente que nuestra presencia como individuos en un contexto social requiere
de la convivencia saludable entre todos, basadas en derechos y obligaciones,
así como de empatías y complicidades positivas. Todos provenimos de una mujer a
quien tenemos que respetar y alentar a seguir siendo individuo y no solo madre,
de quien necesitamos aprender a ceder, dar y construir por los otros. Y en caso
de provenir de una mujer carente de principios, valores o ética, la obligación
es no repetirlos y mostrar camino, y que el aprendizaje en grupo es mejor, que
la vida aislada y señalando.
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