8 de marzo, celebrando la diferencia

Intento tener cuidado al escribir para no pretender, no ofender y poder generar empatía con quien lea este breve texto. He traído en mente una serie de ideas, provocadas por el éxito de una mujer mexicana que ha tenido la oportunidad de ser vista internacionalmente por un solo trabajo, poniendo en duda sus habilidades histriónicas, justificando en la mercadotecnia el éxito de la película donde apareció y dejando invisible lo demás que hizo que todo combinado fuera clave del éxito.

Hablemos de Yalizta: mujer de origen oaxaqueño (cuyos rasgos le dan identidad regional) docente y quien sin mayor temor, decidió experimentar el camino de la actuación, siendo seleccionada y entrando por puerta grande en la historia del cine mexicano. Su historia previa no importa, por el valor individual y el respeto a la misma y sobre todo, porque la conocimos a partir del 2018, interpretando a una mujer dedicada a las labores domésticas dentro de una familia que la tenía como soporte mudo y silencioso. En lo personal, la película no me movió del piso, pero reconozco que fue entretenido echar un vistazo a la ciudad de México de los años 70s y quede conmovido con la escena, en donde nace su hijo y segundos después le notifican que esta muerto, que debe despedirse y luego vuelves a ver el rostro modificado de una mujer sola y que además debe seguir su rol de soporte, dentro de una familia que no es del todo empática con su historia personal.

Lejos del ojo crítico respecto a la película en técnica, dirección, arte y producción, los reflectores y notas periodísticas, devoraron duramente a la mujer que fue señalada como fea, sin talento, mal vestida y poco preparada, sumándose los memes que festejaban fotos desafortunadas y frases de la cinta. Sin más, hubo dos bandos: aquellos que festejaban sinceramente, señalando la discriminación que abunda en nosotros y los otros que siguieron alimentando la negatividad humana. Las portadas de revista generaban debate del vestuario, proyección, de la envidia por la oportunidad que tenía y al final, el máximo premio se lo llevó el hombre encargado del proyecto y Yalizta volvió al anonimato social, con aplauso y reconocimiento internacional y un discurso poco audible de derechos laborales de las empleadas domésticas.

Lo ocurrido con Aparicio me recordó a otra mujer que tuvo (y tiene) que hacer frente al rechazo generalizado y al señalamiento por fea, no tener talento, ser oportunista, ser excéntrica, pero sobre todo por haber separado a los Beatles. Yoko Ono es una mujer que ha peleado por generarse un espacio de expresión que la reconozca como individuo. Antes de que se cruzara su vida con la de Lennon, tenía historia y un nombre formado, desconocido para aquellos que no fueran del círculo artístico  contemporáneo, pero sus antecedentes generaron que John fuera a ver su trabajo y quedara impresionado. Mujer fuerte, libre, sexual, con preparación académica, dominio de su cuerpo, experimental, con dos matrimonios previos y una hija, dispuesta a ser escuchada, mujer que provenía del país derrotado y bombardeado en la segunda guerra mundial y que se había enamorado de un héroe generacional británico.

La prensa la atacó, humilló, señaló, sobreexpuso y criticaba su injerencia en los “asuntos” del marido. El tiempo y el hartazgo llevó a la pareja a cambiar de residencia y ahí, Yoko enfrentó la pérdida, luego un poco de empatía y después, más acusaciones por el manejo y explotación de la marca John Lennon. Ella se convirtió en la viuda, en la mujer que había influido en su marido, en su música, en sus decisiones comerciales, en aquella pareja incómoda que llenó de excesos, malas experiencias y había domado al rebelde. Al final, ella ha negociado, ha ido reescribiendo su propia historia y cedido a brindar la voz de John. Pero siempre será referente de aquella mujer que separa a los amigos.

Algunos dirán que ambos casos son aislados y no tienen relación, pero ha decir verdad, los ataques y las críticas fueron muy similares, pese a ser años distintos y provenir de países diferente. Ellas demostraron que la diferencia incomoda y no es fácilmente aceptada o comprendida, por eso las celebro.

En México estamos mal acostumbrados a criticar todo, justificándonos en bromas y chistes, que reflejan nuestras ideas tradicionales que discriminan y señalan a las mujeres. Si es bonita, su éxito será por hacer favores o por ser “perra despiadada”, si es fea y triunfa, es por un equipo que la apoya y pensó todo para generar polémica, pero si es común, seguro viene de herencia y jamás llegará a ser lo que su madre, padre o tíos hicieron. Al final, el rol que vaya ganando es producto de otros y no de ellas, y si se da el caso, seguro es lesbiana o se la pasa protestando todo, pues esta acostumbrada a llevar el control de la situación. Si sumamos violencia a las historias femeninas, la cosa se pone peor, pues aun existen imbéciles que aseguran que la actitud o vestimenta provoca que el hombre actúe en contra de la mujer. Y si ponemos en tema su poder y capacidad de decisión, el debate no termina.

Sensibilizarse con una problemática de mujeres no es cuestión de discurso político o exige ser parte de los grupos diferentes, es aprender de manera consciente que nuestra presencia como individuos en un contexto social requiere de la convivencia saludable entre todos, basadas en derechos y obligaciones, así como de empatías y complicidades positivas. Todos provenimos de una mujer a quien tenemos que respetar y alentar a seguir siendo individuo y no solo madre, de quien necesitamos aprender a ceder, dar y construir por los otros. Y en caso de provenir de una mujer carente de principios, valores o ética, la obligación es no repetirlos y mostrar camino, y que el aprendizaje en grupo es mejor, que la vida aislada y señalando.




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