Lecturas en el cuarto de baño.
Dentro de los placeres humanos
está el entregarnos a la excitación y satisfacción de papilas gustativas que
operan alterando cerebro e incitando a que salivemos a partir de olores,
visiones y por el contacto directo con texturas, consistencias y sabores. Sin
vergüenza aseguro y afirmo que todos sentimos placer al meternos cosas a la
boca para probar o degustar y por consiguiente existe gran satisfacción cuando
después de tiempos digestivos descomemos. Es otro hecho, cagar nos hace sentir
bien.
Hay asociación psicológica de la
conducta al defecar y los planos afectivos que vamos desarrollando al hacerlo y
con quién lo compartimos, al grado de que muchos individuos consideran que una
apertura de entendimiento y amor al otro, es decir el acceso a la privacidad personal
y la confianza absoluta, es cuando te muestras vulnerable y en posición de
hacer popó.
Los encargados de educarnos a
condicionar esfínteres son los padres y para ellos es grato librarse lo antes
posible de esa apestosa tarea y durante el proceso las técnicas son variadas y
en ocasiones ridículas. Algunos miden tiempos de procesamiento intestinal y
calculan el momento de evacuación, para acercarnos al baño o a las famosas
bacinicas y durante la espera se permitía hojear revista de caricaturas o libros
de cuentos. Conozco gente que cantaban y celebraban cuando la popó salía y era
depositada en el recipiente plástico y no en el pañal. Otros optan por un
programa de recompensas a cambio de hacerlo en el lugar destinado para ello.
Cada quien sabe cómo fue educado,
pero una gran mayoría aplica dos fórmulas efectivas: fumar un cigarro como
estimulante del musculo anal y el uso de libro, revista o celular para defecar
y entretenerse en el proceso. Y tal vez por ésta razón, muchos de los baños
públicos sufren vandalismo al no contar con alguna de estas opciones.
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Existen otros que el placer de
evacuar va ligado con la lectura y entran al sanitario con la finalidad de
terminar un capítulo del libro en turno. Al parecer es un espacio idóneo y
privado para leer a Bukowski, Monsivais, Rius, lecturas no aptas para todas las
miradas o de plano chismes de la farándula, comics y el libro de política o de
moda entre los chavos.
El caso es que al estar sentados
con la cola pelona y los codos sobre las rodillas, de manera general se
requiere tener las manos ocupadas con algo. Los adolescentes saben cómo ocupar
esos tiempos o momentos de enclaustramiento, pero en circunstancias comunes,
una lectura era la mejor opción hasta la llegada del celular y su pantalla a
color. Ahora la gente que entra al excusado, lee mensajes escritos con cierta
restricción de caracteres, se dedica a contestar imágenes de Facebook,
interactúa a través de WhatsApp y mira videos diversos o capítulos de sus
series favoritas, convirtiendo el proceso de descomer en una pequeña cabina de
esparcimiento con olor y ruidos que pueden volver la experiencia en 4D
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