Viajamos

Todos mentimos. Guardamos secretos. Encerramos historias en cuadernos y a veces exageramos metiendo todo en un cajón. Otras veces decidimos poner todo bajo llave y ni siquiera permitir que la luz entre como testigo de recuerdos. Los recuerdos escritos, obsequiados por antiguos cómplices, son sepultados en cajas forradas o estuches especiales para su conservación… ¿por qué mantenerlos inmunes al tiempo? ¿Vale la pena aferrarse a letras que ya no son?
Suena sencillo vaciar cajones y dejar espacios listos para ser ocupados o dejarlos libres, sin llenar, pero no es tarea sencilla, hemos aprendido a acumular todo tipo de recuerdos y no es fácil hacerse a la idea de compartir nuestro sentir con alguien que no pertenece a una historia vieja y significativa para nosotros. Muchos dirán que no es necesario hacerlo y mucho menos a detalle, pero siempre he creído que es una forma de mentir.

Somos lo que vamos haciendo al acumular años y nos adaptamos de acuerdo a las personas que conocemos, nos inspiran o rodean. Cada uno decide que tanto cargar o abandonar en el camino, pero hay situaciones que nos cambian de lleno y no son sencillas de sacar de maleta. El primer amor por ejemplo, ese ser que nos motivó e hizo cambiar rumbo –para bien- tendrá presencia constante, es fantasma mudo y sin quererlo se vuelve una línea invisible de comparación. Si ese amor concluyó de manera sana, se puede convivir sin lamentaciones o reclamos y puede salir el recuerdo a convivir con historias nuevas, pero si el desenlace tiene puntos sin unir, el fantasma puede paralizar, generar secretos y malos entendidos.
Quien nos ame en su momento, tendrá que entender que fuimos y somos parte de otros que decidieron compartirse y llevarse excelentes momentos a nuestro lado y que compartir en ocasiones requiere de tolerancia y empatía del pasado que de pronto saldrá. Responsabilidad personal es que esos recuerdos sean eso, instantes aislados de algo que fue, pero que no compite bajo ninguna circunstancia con lo que tenemos y somos ahora. Así no mentimos, pero sobre todo no amenazamos con la añoranza. Así compartimos, sin dar a entender que el pasado fue mejor. Así podemos ser sin necesidad de cumplir expectativas. Así hay que entender que el amor es de ida y vuelta y el otro tiene su vida previa y depende de uno hacer más placentera su vida después.
Poseer es una tarea cansada para aquel que tiene que cuidar sus tesoros y los cofres que decidimos acumular son joyas que en la mayoría de los casos tiene solamente valor personal. Por ello es necesario ventilar cajones, sacudir sábanas, quemar cartas, soltar frases, no dedicar canciones a nadie y dejar que la lluvia se confunda con algunas lágrimas vertidas al andar. La vida hasta ahora parece ser única y solo importa de manera personal, el resto seguro te extrañará hasta el momento de tener algo útil en donde ocupar la mente.

Por ello habremos que viajar con maleta ligera –o sin ella- atesorando experiencias y momentos de palabras compartidas, abrazos obsequiados o recibidos, carcajadas provocadas y lágrimas aisladas por ausencias irreparables. Ahora bien, si decides cargar, no obligues a otros a acarrear historias, letras, pasajeros y maletas que no le corresponden. Seamos empáticos al ser como quieren ser tratados en una relación

Comentarios

Entradas populares de este blog

8 de marzo, celebrando la diferencia

La secu 64

Música mala... música mala!!