La Moncha si pega

Toda historia de vida es complicada, basta con escuchar a quien la vive y encontraremos pasajes en donde el entorno nos pone a prueba, la genética nos reta, la salud nos abandona o uno mismo decide raro y hay que afrontar las consecuencias.
Escribir de alguien que varios conocen, es todo un reto y más cuando tenemos que abrir el corazón y ser honestos, siendo esto último lo que podrá dar certeza a lo armado en líneas. Por ello y como homenaje, quiero escribir de y para mi tía Ramona.
No es posible describirla en una sola palabra, por ello ocupare un poco más de una cuartilla. Mis recuerdos tienen un punto de encuentro con ella, algunos recuerdos son presentes por las palabras de otros y se han consolidado como si fueran míos, ejemplo claro es aquel que le da título a mi escrito. De niño yo era muy berrinchudo (de los que lloran, gritan, patalean y cambian de color) y toda la familia lo sabía o me había visto alguna vez en ese plan. Una vez mi madre nos dejó encargados –a mi hermana y a mí- con mi tía Ramona y tras un evento que me hizo perder el control, mi tía sin pensarlo más, decidió cambiar las cosas con una nalgada inesperada y que concluyó con mi drama, siendo mi hermana testigo mudo de la escena anterior. En una siguiente ocasión que nos volvieron a dejar a su cuidado, iba a iniciar un nuevo drama y mi hermana se lanzó a decir: “no grites, recuerda que la Moncha si pega”, siendo una anécdota que mi tía contaba con orgullo y advertencia, ante los demás sobrinos pequeños.


Sería muy corto de mi parte quedarme con esa imagen –de hecho yo no la tengo en mi memoria, la sé por ser anécdota familiar-, prefiero hablar de otras en donde recuerdo caminar con ella por la calle, platicando y dejando que me consintiera con algún dulce o simplemente apoyara mi exploración al ir andando. Mi tía era una mujer con miedo de los otros, siempre tuvo reservas de los extraños –y hasta de algunos propios que se suponen familia- y con justa razón. No creo que haya sido sencillo su crecimiento, ya que por cuestiones de salud fue segregada y protegida, ella lo comentaría después: “limitada y señalada”. Sin embargo, lo anterior no la detuvo a seguir y generar un carácter fuerte y hasta incomprendido por todos. Con ella no había respuesta constante, ni frase guardada, ni lágrima que se contuviera.
Es una mujer guapa, inteligente, bromista, de un humor negro y sarcástico. Comprometida con sus hijas y amante de los sobrinos, cabe decir que no consentía, pero dedicaba el tiempo necesario para conocernos y juzgarnos. No es sencillo ser la Moncha y querer controlar, pero a la vez no involucrarse demasiado. Ya en plan de adultos la relación era interesante, podías hablar horas con ella, pues se comprometía a tener tema de conversación para todos. Como todos, tenía su lado B, aquel que de buenas a primeras decía: ya me fastidié y ya me voy. Y lo hacía.
Si me pidieran asociarla con una palabra, podría decir acompañamiento, pues al trabajar en hospital, conocía doctores y la familia en general se apoyaba en ella para algún favor. De hecho cuando mi abuela se empezó a poner mal, ella fue la principal involucrada en las entradas y salidas de hospital.
No era sencillo que abriera sentimientos, pese a tenía una capa muy ligera pero que protegía bien, sobre todo para no desbordarse. Era una mujer fuerte, que protestaba, criticaba, alzaba la voz y se salía del común. No era sencillo ser la Moncha y querer con trabas, porque así aprendió de todos los que la rodeamos. Lo peor que podías hacerle era traicionarla o defraudarla, ya que ella planeaba las cosas para dedicarte tiempo. Muchas veces la vi reír, llorar, enojarse, ponerse sensible, pero sobre todo –y aunque sea despacio- encarar lo que viniera.
No sé si sea una de mis personas favoritas en esta vida, pero sin lugar a dudas es de las más importantes desde que tengo memoria y puedo voltear al pasado y ella aparece. Siempre hubo consideraciones, una mano extendida y un “Guillermino” de su parte. Por ello duele ver su declive, la pérdida de fuerza y voz, encontrar en su mirada una lejanía que esta por alcanzar y sin embargo notar que al verte hay un latido diferente para regalarnos minutos y un beso.
La muerte es difícil de describir con una sola palabra, pues las personas que se alejan por ese motivo se llevan consigo demasiadas letras como para conjuntarse en una sola palabra. Sin duda alguna, el espacio físico, su lugar cinco entre los hermanos, su mano “que avanzará para ver hasta dónde llega”, su peculiar forma de mirar y afrontar la vida, ese enorme amor hacia nosotros no tendrá ocupación nunca. Confío en vernos nuevamente, darnos un fuerte abrazo o que me tomes de la cintura y la sacudas fuerte, un beso siempre contigo, buen viaje.


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