La Moncha si pega
Toda historia de vida es
complicada, basta con escuchar a quien la vive y encontraremos pasajes en donde
el entorno nos pone a prueba, la genética nos reta, la salud nos abandona o uno
mismo decide raro y hay que afrontar las consecuencias.
Escribir de alguien que varios
conocen, es todo un reto y más cuando tenemos que abrir el corazón y ser
honestos, siendo esto último lo que podrá dar certeza a lo armado en líneas.
Por ello y como homenaje, quiero escribir de y para mi tía Ramona.
Sería muy corto de mi parte
quedarme con esa imagen –de hecho yo no la tengo en mi memoria, la sé por ser
anécdota familiar-, prefiero hablar de otras en donde recuerdo caminar con ella
por la calle, platicando y dejando que me consintiera con algún dulce o
simplemente apoyara mi exploración al ir andando. Mi tía era una mujer con
miedo de los otros, siempre tuvo reservas de los extraños –y hasta de algunos
propios que se suponen familia- y con justa razón. No creo que haya sido
sencillo su crecimiento, ya que por cuestiones de salud fue segregada y
protegida, ella lo comentaría después: “limitada y señalada”. Sin embargo, lo
anterior no la detuvo a seguir y generar un carácter fuerte y hasta
incomprendido por todos. Con ella no había respuesta constante, ni frase
guardada, ni lágrima que se contuviera.
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Si me pidieran asociarla con una
palabra, podría decir acompañamiento, pues al trabajar en hospital, conocía
doctores y la familia en general se apoyaba en ella para algún favor. De hecho
cuando mi abuela se empezó a poner mal, ella fue la principal involucrada en
las entradas y salidas de hospital.
No era sencillo que abriera
sentimientos, pese a tenía una capa muy ligera pero que protegía bien, sobre
todo para no desbordarse. Era una mujer fuerte, que protestaba, criticaba,
alzaba la voz y se salía del común. No era sencillo ser la Moncha y querer con
trabas, porque así aprendió de todos los que la rodeamos. Lo peor que podías
hacerle era traicionarla o defraudarla, ya que ella planeaba las cosas para
dedicarte tiempo. Muchas veces la vi reír, llorar, enojarse, ponerse sensible,
pero sobre todo –y aunque sea despacio- encarar lo que viniera.
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La muerte es difícil de describir
con una sola palabra, pues las personas que se alejan por ese motivo se llevan
consigo demasiadas letras como para conjuntarse en una sola palabra. Sin duda
alguna, el espacio físico, su lugar cinco entre los hermanos, su mano “que
avanzará para ver hasta dónde llega”, su peculiar forma de mirar y afrontar la
vida, ese enorme amor hacia nosotros no tendrá ocupación nunca. Confío en
vernos nuevamente, darnos un fuerte abrazo o que me tomes de la cintura y la
sacudas fuerte, un beso siempre contigo, buen viaje.
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