Ciclos

El tiempo transcurre sin importar las cicatrices, canas y aumentos de tamaño que se acumulen en cualquier cuerpo vivo. Pasa y si no estás atento, te toma por sorpresa una mañana que miras el espejo y ya eres otro –por ello hay que mirarse de manera constante al espejo e irse familiarizando con lo nuevo de cada mañana- siempre hay algo diferente.

Es imbécil creer que el año te deja algo o se lo lleva consigo. El año que acaba o que inicia es tan solo una forma de medida para darse cuenta que nuestra estadía por esta tierra es momentánea. 365 días pasaron y tal vez fuiste consciente de 10, el resto transcurrieron como si estuvieras mirando a la ventana mientras avanza el auto que te transporta de un punto a otro.
¿Alguna vez pensaste que tan solo tienes oportunidad de disfrutar 183 de 365 días, pues la otra parte del tiempo generalmente estas dormido? Siendo puristas, cumples años más rápido si solo consideramos el tiempo que estas despierto. 182.5 días para hacer cosas que animen tus 21 gramos de alma.

38 x 182.5 = 6935 días he “vivido” despierto


Salgo a la calle todos los días, utilizo vehículo particular para llegar a mi trabajo y en el trayecto en ocasiones pienso que es absurdo invertir 120 minutos en llegar a mi destino. Me siento afortunado cuando hago la mitad del tiempo, siento que le he ganado al tiempo unas horas que seguro gastaré haciendo algo que no alimento mi alma, pero si aniquile las horas que debo cubrir en éste compromiso social que me permite ganar dinero y pagar combustible del vehículo que me lleva y trae a mis destinos a diario, mientras creo que gasto demasiado tiempo en el tráfico de la ciudad.

Iniciando la tarde busco donde comer. La dinámica es sencilla, a veces el grupo decide y ahí vamos a comer algo que no me nutre, pero me alimenta. Que no me aporta salud, pero mantienen apendejado a mi sentido del gusto. ¿Y si comer fuera solamente el hecho de darle gusto a las papilas y excitarlas con cada bocado? No alcanza el dinero, la distancia y el tiempo para andar excitado de esas porciones de piel especializadas en hacerme pensar “esto sabe rico”. Me alimento, consumo cosas que mastico y trago y después defeco. Si elijo bien, sale bien.

Termina el horario de trabajo y viene el descanso. Si logré comunicarme con algún amigo, podré darle gusto a otros sentidos y tener un rato de esparcimiento, de lo contrario, se anestesian y vuelvo a casa para ver que cenaré y si ahí puedo compartir la charla acostumbrada “¿cómo estuvo tu día?”. La mente se distrae de manera simple, se conforma rápidamente al apendejamiento ofrecido por nosotros mismos. Le servimos a nuestra vista unos minutos de televisión –hasta se acostumbra a ver cosas repetidas, al parecer le gusta eso-, le ofrecemos comentarios en celular o videos de cosas que son graciosas, alarmantes, escandalosas, en general basura que distrae; le brindamos música a nuestros oídos que nos permite cantar o fingir hacerlo. Nos metemos de lleno en rutinas de cosas para el día siguiente, para tener libre el fin de semana, para no correr por el tiempo, para adelantar trabajo, para ver al otro feliz, etc.
Algunos tomamos baño antes de dormir, otros no soportan la idea de acostarse y dejar la puerta del closet abierta, algunos se dan el lujo de leer algo o platicar con su pareja de algunas cosas que puedan ayudarlos a distraerse juntos. Unos tienen sexo para conciliar el sueño, otros para atenderse en lo individual y unos más esperaban que para ese momento de sus vidas estuvieran al menos acurrucándose con alguien. El día acaba y si no tienes mayor problema, te duermes al instante y sin dejar que el insomnio aumente tus días de vida de 182.5 a 183…184…185…186… Si no duermes, tu mente sigue hambrienta de algo por hacer para aprovechar su estado. Al final te vas a dormir y seguro despiertas por los periodos programados de sueño –no de descanso- o por el sonido de una alarma que te anuncia la llegada del siguiente día.


¿Te vas a levantar o por fin vas a decidirte a no hacerlo y dejar que el tiempo avance y sus consecuencias lleguen a ti? Tal vez no te levantas esta vez por estar enfermo y sentir dolor extremo y pedirle al tiempo que se detenga de una vez. Tal vez no te levantas y punto final.

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