Orgullo con corazón de pollo y memoria de chorlito

Junio es el MES arcoiris para la cultura homo, y no es elección casual, ya que en ese mes pero de 1969 hubo una redada en Stonewall EU, dirigida contra los exóticos diferentes, que por consecuencia realizaron la primera manifestación público-política de la comunidad transexual y homosexual, denunciando abusos y falta de políticas de visibilidad, siendo el punto de partida para las marchas a luz de día y avenidas principales en pro de derechos, que trajo como victorias el retiro de la homosexualidad de lista de trastornos mentales, el reconocimiento de una comunidad cada ves más diversa en sus elecciones genéricas y sexuales, campañas gubernamentales de salud, matrimonios y adopción homoparental/lesbomaternal, acceso a cargos públicos de elección popular, entre muchas otras cosas. Lamentablemente sin contar aun con la trascendencia en todos los rincones del mundo.


En México la eliminación de sodomitas a cargo de las políticas con intervención católica, eran comunes y crueles. En el porfiriato había redadas donde las autoridades detenían, evidenciaban y humillaban a los hombres que se vestían de mujeres, solo basta recordar el escandaloso número 41 o la crujía “J” de la cárcel del Palacio de Lecumberri, para refrescar la memoria nacional. Sin embargo, nombres como Salvador Novo, Nancy Cárdenas, Luis González de Alba y Carlos Monsivais retratan a lo largo de sus ideas y escritos, lo que sucedía en el país Azteca, en los tiempos donde ser diferente a la masculinidad y la norma, complicaba la vida común de cualquiera que decidiera transgredir.

En la Ciudad de México, los grupos de trabajo pro-gay se hacen visibles en 1978, pero es en 1979 cuando se marcha por primera vez, teniendo un mensaje claro en contra de la violencia hacia los gays y lesbianas. Existen dos antecedentes de visibilidad: en 1968 un contingente homosexual se hace evidente en la marcha estudiantil y en 1978 otro contingente gay marcha en apoyo a la revolución cubana. Así la gente de ambiente empezó a salir a la calle, Nancy Cárdenas acepta su diferencia en televisión y comienza el ruido general para decir: estoy aquí, soy diferente, amo y pido ser reconocido y respetado. En la década de los 80s la batalla por la visibilidad se torno hacia la lucha contra el SIDA, enfermedad que se encarnó en la comunidad homosexual, etiquetándola negativamente a través de  ignorancia y estigmas que a la fecha siguen pesando, pese a todo el avance científico al respecto de su tratamiento y cura. Los 90s fueron marcados por las primeras políticas públicas de visibilidad a la problemática de salud, pero no a la visibilidad de los “raros”. Existían, pero aun no los vemos y toleramos del todo.

Para la década de los 2000s, las marchas que buscan visibilidad continuaron y el dinero rosa comenzó a llamar la atención de quienes hacían políticas y descubrieron el potencial económico que significaba darle vida propia a una comunidad cada vez más expuesta por gusto propio, que por aceptación o tolerancia social. Los gays comenzaron a ser moda, el lenguaje homosexual y clandestino comenzó a ser común, legitimándose las ofensas y por ello no es raro que entre heterosexuales puedan llamarse jotos, maricones o putos, sin riesgo. Además surgieron los heteros “amistosos” o simpatizantes de sus amigos “princesas” que no sentían amenaza a la masculinidad y aceptaban la amistad con respeto. Salieron del gueto palabras como “activo y pasivo” que identificaban los roles sexuales y más tarde los programas de televisión proyectarían vida y léxico de algunas “locas, manas, perras y liosas”, que en ésta última década serían virales y parte del humor  y clichés sociales.


Los cambios han sido enormes en las últimas dos décadas, sin embargo los derechos como integrantes de una sociedad aun no son reconocidos por las leyes. Se da permiso a la expresión, se supone tolerancia y se explota la homosexualidad como producto, no como una forma de vida. Y lo anterior en algunas de las ciudades grandes, ya que en pequeñas comunidades de provincia existe rechazo, silencio y sobre todo violencia. Y si, ya es 2017 y sigue siendo la nación del águila que devora la serpiente sobre un nopal.

Los políticos aun no se atreven a asumir compromisos, no se asumen muchos de ellos como integrantes de una comunidad que requiere trabajo político y no solo marchas entre plumas y colores. Aun existen datos duros y crueles respecto a la homofobia, existen silencios respecto a los crímenes de odio (que son señalados como pasionales y no como abusos), existe gente que en su casa no quieren convivir con homosexuales, existen hombres y mujeres jóvenes, adultos y viejos que no les dicen a sus familiares, por temor al rechazo. Aun existen los silencios referente a quien se ama o con quien se comparte la vida ante la familia, el trabajo, los amigos y los vecinos que rodean.


Por ello me niego a que las marchas sean solo carnavales de un grupo colorido, glamoroso o exótico. Me niego a que las marchas sean usadas como mercancía de fácil acceso y que no cuenten con un discurso político claro y trabajado a lo largo del año. Me niego a que las marchas tengas una reina, es estúpido. Me niego a que los políticos no sorprendan con leyes que sean aplaudidas en este mes. Me niego a pensar que las marchas se conviertan en la fiesta de graduados que no tienen educación, por la carencia de líderes y la presencia de guías soberbios, pretenciosos e incultos. Me niego a que las marchas no promuevan el servicio social en beneficios a la comunidad que pertenecen y acepten el consumo de alcohol y drogas como parte del “así somos”. Me niego a ser solo circo de tres pistas o más según la letra que agreguen al LGBT. Me niego a premiar lo que se tiene, sin ni siquiera haber intentado hacer más. Me niego a aplaudir proyectos mediocres que por tener un arcoiris en marca, merecen atención.


Festejo el mes, soy consciente de ser parte de todo esto y de haber marchado hasta el zócalo como parte del reconocimiento individual y existencial. Celebro que los antecesores hayan hecho lo que disfruto y trato de involucrarme para los que siguen. Celebro los eventos culturales (poco difundidos, visitados y cuidados) que aun se dan en la Cineteca, el Chopo, Cine Diana, pequeñas Galerías Arte, y sobre todo en foros de teatro. Celebro con orgullo lo hecho en lo cotidiano y sé que aun me falta trabajar otros aspectos, por eso me enorgullece la lucha individual, que puedo sumar con aquellos de mi entorno, aunque no sean homos. Celebro la inclusión con sentido y dirección, el abrazo entre diferentes, el amor y respeto que merecemos como seres sociales. Festejo el poder vivir sin miedo y de la mano de alguien con los mismos genitales.

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