Padecimientos humanos

Podría iniciar lanzando estadísticas nacionales referentes a los contagios o a los muertos de ésta pandemia por COVID-19. Podría criticar o aplaudir las medidas tomadas por parte de las autoridades responsables de administrar servicios de salud, pero sería perder el tiempo. Podría vestir de luto y decir que no entiendes éste asunto, por falta de perdida directa de un familiar o amigo. Podría mostrar falta de discurso personal y distribuir información de dudosa procedencia. Podría suceder todo y nada. Podría ser éste el último escrito que comparta y tal vez la última interacción por este blog, y realmente tampoco importa mucho, ya que al final somos 126 577 691 mexicanos y ni el 0.1% sabe que existo.

Pero decidí escribir acerca de nuestra interacción con los virus y de la actitud que nos rodea en torno a dos enfermedades que nos afectan y evidencian la falta de cultura al respecto. Me es claro que ningún país estaba preparado para enfrentar una situación sanitaria de ésta magnitud y que las comparaciones estadísticas internacionales incomodan o no van acorde con las realidades particulares de cada país, cultura, colonia, poder económico o entorno. De hecho las nuevas definiciones de salud toman en cuenta lo anterior, pero de ahí a ser imprudentes en los juicios y pensar que organismos como la Organización Mundial de Salud están mal, es dar la espalda a la historia.

Y esa ruta quiero tomar, la historia ante infecciones y en particular tocar las penosas coincidencias (con sana distancia) entre los virus COVID y VIH, así como la falta de interés por hacer las cosas distintas a partir de la experiencia. 

En 1981 en EU reportan una enfermedad que los periódicos llaman “un raro cáncer de homosexuales”; en México los primeros casos notificados de dicha enfermedad se dieron a conocer en 1983. El rastreo inmunológico señala el origen del virus en los años 50s, pero es hasta 1986 cuando se identifica al agente causal de la enfermedad, nombran al virus VIH, el cual produce un deterioro progresivo del sistema inmunitario y en casos graves genera un síndrome de inmunodeficiencia (SIDA), el cual representa el estadio mas avanzado de la infección.

En 2019 aparecen los primeros casos de COVID en el mundo y en febrero de 2020 llega a México y la llaman como la enfermedad de “viajeros ricos”, politizando la pandemia, al señalar a los “fifís”, como responsables de haber introducido la infección. Así las autoridades se lavan las manos de no haber tomado medidas sanitarias que retrasaran la llegada de la infección (que tarde o temprano padecería el país). 

En 1985 se inicia el monitoreo serológico de las personas con VIH y así determinar factores de riesgo e incidencias del virus. Estos estudios (sin querer) favorecen el estigma sobre los hombres que tienen sexo con otros hombres, principal grupo vulnerable de infección. Pero además surgen las historias urbanas de gente infectando por venganza, nace la etiqueta de “sidoso” para señalar a personas que padecían SIDA y comienzan a salir a la luz la historia de famosos que padecen o mueren a causa del VIH. 

Respecto al COVID, en este año solo se aplican pruebas confirmatorias a los que presentan síntomas o han sido cercanos a personas con la infección. Sin pasar muchos meses, la ignorancia ha provocado agresiones, señalamientos, el aislamiento a los recuperados y sus familias y baños de cloro a los encargados de la salud. Y quienes han vivido ésta situación de cerca, se sienten apestados y bajo señalamiento constante. A la fecha, aun existe dudas sobre el uso o no del cubre bocas como medida preventiva y una prueba confirmatoria del virus solo se obtiene a través de un estudio de reacción en cadena de la polimerasa (PCR).

Como todo proceso infeccioso, los riesgos involucran a más individuos de la comunidad, distanciando los señalamientos punitivos iniciales, para moderar los discursos. Ahora se sabe que el VIH puede infectar a todo individuo que practique sexo sin protección con una persona portadora del virus y que no tenga control de su carga viral, además por compartir  jeringas o agujas entre persona positiva y otra que no lo sea. En el caso del COVID se sabe que el contagio es por vía aérea, por los fluidos expulsados de una persona infectada o por tener contacto con objetos contaminados.

En 1990 surgen los primeros protocolos de prevención de VIH y la estrategia ha funcionado, pues los datos recientes señalan que aunque siguen siendo millones los infectados por el virus (1.7 millones en 2019), se ha reducido un 40% las muertes relacionadas al virus. Mundialmente somos 7700 millones y de ellos, 690 mil personas han muerto por causas relacionadas con el VIH, mientras que por COVID el dato es de 569 mil individuos, esto aun sin tener protocolos puntuales de prevención, ya que es una enfermedad que no termina de estudiarse.

Para prevenir el VIH se recomienda el uso de condón, hacer un monitoreo serológico (sobre todos si practicas relaciones sexuales sin protección y con muchas parejas) y de ser positivo, apegarte a un tratamiento. Para prevenir el COVID se recomienda evitar el contacto con personas que presenten signos o hayan tenido la enfermedad, además de usar equipo de protección (cubre bocas, careta y guantes) para la movilidad cotidiana y mantener higiene básica en manos, superficies y vestimenta.

Si lo vemos a la distancia, tal vez la situación no sea grave, pero al acercamos a cualquier historia, quien falleció importa, por ser padre, madre, hermano o amigo cercano. Duele la incapacidad ante cómo muere (una vez que entran al hospital, es difícil mantener un monitoreo afectivo con el familiar) y cómo se vive la partida (ya que no se puede realizar velorio y a solo entregan cenizas). En el caso del VIH cuando alguien muere, aun se escuchan frases como: “el se lo buscó” “era joto y así mueren” “se lo merecía”, en el caso del COVID se publican datos donde señalan que hay más fallecido en personas con poca educación formal, lo cual es muy lamentable, sobre todo porque todos estamos expuestos. 

La falta de empatía es evidente, pero la carencia de conocimientos en historia de infecciones es más preocupante por el hecho de vivir el presente, cómo si los avances médicos previos no importaran o no pudieran revisarse para evitar errores. Las autoridades sanitarias de cualquier país, tienen la responsabilidad de administrar recursos, registrar datos y aportarlos de manera responsable, sin juicios personales o de partido, para inspirar tranquilidad o confianza en las acciones. El conocer riesgos de infectarse o no, depende de cada uno, ya que la salud es responsabilidad personal. Por ello, más allá de emitir juicios, revisemos historias epidemiológicas y evitemos caer en fracasos sociales.

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