Volumen 1. Iniciando camino
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He olvidado cuando descubrí que yo era diferente al resto. No recuerdo sentirme atraído por otro niño. Me sabía diferente al resto cuando había que jugar futbol y al no querer-saber jugarlo, me iba con una amiga a aventarle piedras a los camiones que pasaban sobre la avenida, para luego salir corriendo. No recuerdo haberme cuestionado mi sexualidad en ese entonces. Tampoco recuerdo que alguien notara algo diferente y lo hiciera notar.
Cumplí 12 años y entré a la secundaria, donde la vida era más ruda y hasta cruel entre los compañeros de salón. Eras parte del grupo o de plano eras blanco de las bromas. Me adapté y fui parte. No era líder, no era tímido, era de los pequeños que hacían maldades. No era amenaza para nadie. Seguía sin gustarme el futbol y eso volvía a separarme de los varones. Recuerdo a dos compañeros de otros salones que eran diferentes. Eran más suaves en sus modos. Eran gays desde antes de que yo mismo hiciera conciencia de la palabra. Les hablaba, nos llevamos bien, pero no éramos cómplices. Yo tenía mi grupo, no necesitaba más.
En esa época tuve un acercamiento físico con otro hombre. Era más grande que yo. Era cercano. No hubo violencia o abuso. No hubo agresión alguna. A la distancia recuerdo las escenas a su lado. Veo seducción y experimentación en él, curiosidad y exploración en mi. Veo a un menor de edad con alguien que apenas rebasaba los 18 años. No me obligó a nada. No entendía del todo lo que ocurría, pero me gustaba de algún modo.
En preparatoria sufro una etapa de contrastes. En la escuela tengo amigos, tan diversos que ya éramos varios a los que el futbol no nos gustaba y no me veo segregado. Soy líder. Soy fuerte. Me impongo y hago maldades (bullying). Cambio de amigos, como se cambian las páginas de un libro. Lejos de la escuela, cerca de casa, me reencuentro con un amigo y nos exploramos. Nos damos permiso de tocarnos, de vernos desnudos. Tenemos relaciones por elección propia, de ida y vuelta. No hay besos. No es amor. Es un amigo con el que ocurren cosas, sin involucrar sentimientos. Nos dejamos de ver y para ninguno es problema. No hay adicción hacia él o a lo que ocurría. Pero al poco rato encuentro otro cuerpo para explorar. Otro amigo con quien disfrutó de lo aprendido. Todo es superficial, no llegamos a algo más, pero si jugamos con la adrenalina de cada encuentro. Me toca esconderme bajo la cama, brincar por alguna ventana para salir de su casa, fingir que solo platicábamos en su carro. Nos buscamos momentos oscuros y personales. No hay amor. No hay sentimiento. No hay sexo. Todo es superficial. En el último año de prepa mi mente esta inquieta y molesta, no puedo expresarme como tal vez quisiera en ese entonces, pero tampoco me interesa que todos se involucren. Soy un tipo enojado. Que agrede y busca llevar a los otros al límite. Salgo de prepa sin amigos cercanos. Nadie se queda para vida futura.
En facultad encuentro calma, complicidad con los colegas, tiempo enfocado a la vida universitaria. Disfruto de las salidas de campo, de las borracheras con los amigos de semestre. Al inicio de la carrera, una amiga de la prepa me invita a convivir con sus amigos de facultad. Una salida termina en un antro gay. El mundo se abrió para mi de una forma que no imaginaba. El Almacén no era un bar para alguien de 18 años que apenas se descubría parte de una comunidad gay. Aun no me cuestionaba. No me sabía gay. Era diferente y en algunas cosas me auto-segregaba para cubrir mis intereses. Pero aun no era gay. El lugar solo me inquieta. Existen otro y hay un lugar para encontrarlos.
Para mitad de carrera aparece alguien y sin quererlo, se convierte en mi primera obsesión masculina. No es amor. Son ganas de que suceda algo palpable –que nunca pasó-. Algo que deje cicatrices –que si dejó-. Nos conocemos por red social. Alguna sala de latín chat, de hombres de 18 a 22 años. Salimos, bailamos, cheleamos, nos besamos, me dedica una canción de Moenia “déjame entrar”. De pronto cambia todo y no llega a las citas. Me presenta a su novio. Convivimos sin problema. No es amor. Pero aun quisiera desnudarlo y poder conocernos así. Nunca sucede. Desaparece. Más tarde muere y me entero por aquel novio que me presentó tiempo atrás.
Él sembró la semilla. Hace decidirme a salir y buscar iguales. Genera que acepte la platica de un extraño en el metro. Que intercambiemos números de teléfono y a la semana salgamos a desayunar a zona rosa. Desconocía que el lugar existiera como zona gay. Me besa por primera vez en la calle, a plena luz de día. Mi mente descubre que soy feliz así, sintiendo labios masculinos unidos a los míos. Sintiendo como me seducen delicadamente y me muestran la fuerza de un sentimiento. No es amor, pero se acerca mucho a ese momento. Me invitan a formar vida juntos. Me da miedo. Me desaparezco. Nos perdemos la pista después de hacer el amor por primera vez.
En la facultad conozco a Paco. Es menor que yo dos años. Al paso de los meses decidimos ser novios. Duramos seis meses. Paco era de la escuela. Los mundos académico y personal parecen encontrase. Nadie de mis amigos cercanos conoce a Paco. Nadie sabe que somos novios por seis meses y que cada miércoles íbamos al cine Diana. Era amor infantil. Y como buen primer amor, fue más fantasía que real. Termina y me duele. Me molesta verlo en la escuela. Coincidir era fatal los primeros meses. Que me presentara a su novio Omar fue una mentada de madre. Que vivieran juntos me voló la cabeza. Pero ya conocía a otros iguales a mí y eso facilitó las cosas. Entendí que fue primer amor y había terminado. Lo superé al tiempo y gracias otros que se hicieron amigos. Amigos de antro. Amigos de besos. Amigos de desvelos. Amigos igual de pendejos que yo. Ya no me sentía segregado. Me había olvidado de los otros amigos de escuela. Pocos sobrevivieron al proceso. Una nueva historia había comenzado.
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