No somos invisibles del todo

No somos invisibles del todo, los colores que nos han acompañado han hecho voltear a varios, que miran por comprensión o tolerancia, por empatía u odio, por ser los tipos raros del trabajo o aquellos talentosos de brillantina extra, nos miran por humanidad u homofobia, como sean las miradas, nos están observando ahora, más que en otros momentos.

Estar en el aparador es riesgoso y todos lo sabemos, por ello algunos son discretos, es tentador, por eso algunos llevan plumas que jalan reflector, es estereotipo, por eso hay voces que rayan en el cinismo, es reconfortante, por eso hay grupos de apoyo. El aparador esta constantemente iluminado y por eso somos tan frontales una vez que decidimos portar la etiqueta LGBTIQA+, misma etiqueta que trae estigma persecutoria de comunidad, etiqueta que da apariencia de lejanía como grupo, pero que a cada año suma una letra más y requiere de la presencia de todos para pelear por derechos. Somos diferentes todos, que podríamos incluir a la letra H de los heterosexuales que apoyan, son cómplices, son madres, amigos o curioso y sería letra bienvenida.
Pero la visibilidad esta acompañada de lo negativo que también ha marcado a la comunidad, como son los excesos que hemos abrazado y hasta celebramos el mismo día del orgullo. Nos desarrollamos en ambientes clandestinos, oscuros, con el reto de encajar en la forma de ser distinto y heredamos la idea de diversión jugando sobre el límite, ya que en los sitios donde se germinó todo, eran ocultos, ajenos a reglas y normas. Parece que la comunidad esta formada por animales nocturnos que van de rapaces a carnadas nuevas, que beben hasta perderse entre sabanas ajenas y desconocidas, que consumen sustancias que alteran la realidad y hacen la diversión más inalcanzable. Somos la especie depredadora que prueba de todo lo diferente y mientras este dentro de agujeros explorables o contenga fluidos excretorios. Gozamos los lenguajes extremos e incomprendidos que se muestran al desnudo y nos jactamos de ser esa minoría que comprende lo verdaderamente extraño, pues ahí radica su valor. Somos especie que lame riesgo y busca estar en contacto con esa parte instintiva.

Somos aquellos que lo extremo es parte de la fantasía, donde el abuso significa placer, somos quienes romperán paradigmas entre besos y caricias, que pide respeto con transgresión y que pocas veces acepta lugares de comunión a la luz del día… a menos que sea en manada e implique la antesala del evento principal. Somos celosos de nuestras costumbres, pero las compartimos con los novatos, para poder conservarlas y siga el ciclo que al parecer permite nuestra replicación como individuos. Somos cultura marginal y utópica, en exceso sectorial, pese al aparador donde posamos. 

Soy de la generación que descubrió su diferencia en los 80s, pero la aceptó a finales de los 90s. Mis antecesores por lo general se manejan a gusto en el closet y la discreción social. Mi generación comenzó a ser visible, pero una gran mayoría reciclamos las ideologías pasadas. Los que empezaron su gayicidad en los dos miles, encontraron un camino pavimentado y listo para colgar banderas, pero los chavos de ésta última década no terminan por definir su forma de vivir la sexualidad elegida y abrazan a todos, sin tocar demasiado. Ser gay en México sigue siendo un riesgo y más cuando no nos apartamos de los guetos donde todo inició y prácticamente nada ha cambiado. Seguimos siendo foco rojo en cuestión de salud y no aprendemos nada. Somos usados comercialmente y no dejamos de consumir a quien se pinte de colores. Censuramos que nos señalen, pero si algún famoso resulta parte del arcoíris, no limitamos los chistes y el señalamiento social. Salimos a la calle en una marcha del orgullo, demostrando que no hay orden, ni ideas, solo costumbre y festejo sin homenajeado++. Pero por favor, no dejemos de salir o de mostrar que aquí estamos, pues seguro y en algún momento habrá un personaje que brinde discurso digno de aplaudir y que incluya a todas las letras de la etiqueta que mostramos en aparador llamado junio. 


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