Elecciones 2018
La política mexicana está
sufriendo la peor crisis de su historia contemporánea, siendo el principal
punto de colapso la falta de credibilidad de los actores que la llevan a cabo,
debido a los abusos de poder que sistemáticamente ocurren y se dejan pasar.
Hace unos días se da a conocer
que tres estudiantes desaparecidos fueron encontrados muertos, habían sido asesinados
y sus cuerpos disueltos en ácido… meses atrás se perdieron 43 y no hay rastros…
años atrás se habla de matanzas comunales y tampoco ocurrió nada. A lo anterior
se suma la corrupción, una casa blanca, el títere (sin mano adentro) que está
por concluir su mandato y la banda de vividores que lo acompañan y tienen manos
libres y bolsillos llenos.
Muchos se querrán poner tras la
raya del conjunto, pero seamos críticos y miremos si todo lo que hacemos en un
día es lo correcto para todos. Seguimos tirando basura, pasándonos los altos,
apartando lugares de estacionamiento, ignorando a los vecinos, conociendo y
saludando a aquel que vende productos ilegales, comprando películas piratas, no
devolviendo algo prestado, hablando mal de terceros, justificando nuestras
llegadas tarde al trabajo, no asistiendo a encuentros político-sociales,
dejando que otros tomen control de las calles, no aprovechando las
universidades, no entablando comunicación con la familia, creyendo que nuestra
diferencia es la fortaleza que nos da derecho sobre otros, posteando imágenes
de una vida que ni siquiera sabemos disfrutar, etc.
Hemos permitido que la diferencia
entre los sectores sociales diera lugar al surgimiento de un movimiento
esperanzador que arreglara mágicamente todo al llegar al poder. De hecho no hay
un plan concreto, solo un proyecto que arrancará el día uno, de lograr el
triunfo electoral. Y si, no hay nadie nuevo en ese movimiento… solo hay la
esperanza de cambio (no del cómo), justo como sucedió en la alternancia de
partido en el 2000, en donde al final, solo se modificó el ánimo, no la
situación que vivimos.
Los acontecimientos violentos nos
dejan heridas sociales que no terminan de doler. Y siendo honestos, nuestra
indignación acaba en cuanto comienza un nuevo show televisivo, sale una
película nueva o celebramos la apertura de un nuevo centro comercial cerca de
nuestro domicilio. Entonces ¿realmente nos afecta que el país este mal? Creo
que solo nos generará ruido la realidad nacional cuando nuestros ingresos sean
golpeados seriamente o los requerimientos básicos no puedan ser cubiertos, de
lo contrario y mientras haya cartera abultada, podemos aguantar feminicidios,
disoluciones en ácido, desaparecidos y zonas de narcomenudeo cercanas a nuestra
casa. Justificamos nuestro silencio por miedo, pero no, estamos ahogados en
conformismo, porque lo legal se nos complica entenderlo y asimilarlo.
Las marchas dejaron de tener
impacto, se necesitan acciones concretas con personajes ajenos a la política,
pero con la habilidad de llevar voz frente a los foros necesarios y hacer efectivo
nuestro derecho de empleadores de políticos. Dejemos de depositar la esperanza
en un solo sujeto y comencemos a ser activos en nuestras actividades diarias,
con respeto, honestidad y consciencia de un entorno común y más en este año,
que cualquiera que sea presidente, enfrentará el hecho de no contar con un 50%
de aprobación nacional.
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