Llegas y viene el sol. (Historia de Hilos rojos vol. 2)

Sin duda alguna eres la persona con la cual me identifico, encuentro y refugio. Eres cómplice, confidente y caballero aliado de batalla. Contigo sin miedo, sin filtros, sin cuidar formas, con franqueza y absoluta sinceridad, aunque duela. Eres mío, soy tuyo, somos latido sonoro, vivo y arrítmico en general, porque para qué tratar de ser idénticos o similares.
La coincidencia es gracias a redes sociales, las palabras atractivas, fotos compartidas y ese humor que nos caracteriza y enamora. Esa palabra nueva que proporcionaba para ampliar vocabulario. Tu ingenio te hizo atractivo y las charlas fueron cada vez más fluidas, íntimas, nuestras. Tu cumpleaños fue el pretexto para agendar cita y vernos en un café (luego una cantina) y de igual forma, fue una fecha que generaría ruido en los años siguientes.
Incrementamos la convivencia, nos volvimos cercanos y comunes a los espacios personales, se sumaron las andanzas por ésta ciudad y para los amigos se hizo evidente que estábamos juntos. Un día recién despertando, despeinados y oliendo a sábana compartida, vino la pregunta y el Sí de respuesta, iniciando el compromiso mutuo. Coincidencia tardía, pero con mucho simbolismo para mí, fue verte subir por una escalera, tomar una lupa y ver en el techo la palabra Si, en aquella tarde de museo y exposición de Ono, -donde por cierto tomaste una pieza de cielo y me lo regalaste-.
Para ese momento ya me habías sostenido, retado y empujado, me habías visto llorar, caer, perder camino y tocar fondo. Me dejaste llegar a punto negro, para luego hablarme sereno, sin retorno, sin contemplación, con conocimiento de causa y tomando mi mano –me hacía falta en ese momento- y dijiste lo correcto, lo necesario y desde ahí no me has soltado. Aún tengo presente tu cara modificada cuando me visitaste y yo lucía ese mood raro. Fuiste luz y risa, fortaleza y compañía. Tal vez ahí sin yo saberlo me enamoré perdidamente de ti y para toda la vida.
Los días avanzaron, las locuras se sumaron, lo especial se fue creando, tu olor se volvió tan mío, como mi piel se convertía en territorio de tus invasiones y locuras. Jugamos, enmarcados en un rectángulo acolchonado nos conocimos, soñamos, creamos la costumbre de contarnos tonterías hasta quedarnos ajustados y dormir uno encima del otro, robando cobijas y complicando el acomodo del otro en el mismo espacio. Los momentos entre nosotros sumaron a otros más y así se consolido la relación, al complementarnos con amigos, familia y cómplices nuestros, que en ocasiones no nos entendían del todo, pero miraban la complicidad creada. Conocí Jojutla antes y después del temblor.
Viajamos, mirábamos lugares nuevos, aprendí a respetar tus horas de sueño y tú mis ganas de caminar. Entendimos que no es necesario el “siempre juntos”, nos enriquecíamos en solitario. Logré meterte a un río de agua fría, me condujiste a los musicales. Nos dimos la oportunidad de conocernos a través de la creatividad y lo torcido de mente. Pude dibujar sobre tu piel mis ideas, compartiste las tuyas y dimos la atención necesaria a esos sueños pequeños que tratamos por el otro cumplir. Nos desvelamos en exceso y por múltiples razones, siendo grato volver y acomodarnos cerca, tanto que podría respirar tu aliento.
Los días de pronto y sin quererlo se vuelven costumbre. La distancia metió silencio, presentando proyectos por separado, que gustosos aceptamos y vivimos por separado. Vernos se volvía un compromiso de compañeros y de amantes de éste siglo, ninguno logra soltarse. Tu dedito meñique de escasos centímetros, es suficiente para sostener mi mano entera. La complicidad de más de 5 años nos impide borrar al otro. Tenemos las palabras correctas, el abrazo necesario, la calma que el otro ocupa, el beso que sigue provocando erecciones y suspiros largos.
Contigo cuento, en ti me refugio, a tu lado me divierto y sonrío en exceso. En ti me comparto y me vuelvo un imbécil al coincidir o al encender tus ojos, conectándonos entre sombras y gemidos discretos, entre ese choque de cuerpos. Contigo duermo tranquilo, encuentro el sueño y tonteamos sin dejar cabo suelto. Somos burla, regreso a realidad, sabor masculino, latido acompañante, caricia exacta, beso correcto. Despierto sintiéndome vivo y queriendo agarrarte a besos, amo tu zombie mood que me permite abusar un poco, antes de que despiertes con ese humor ácido, que también amo. Andar a tu lado es una aventura. Estar contigo “echándonos la patita” es de los placeres en los que me pierdo.



Contigo mi ser es transparente y libre, disfruto las conversaciones. Eres mío y para siempre, aunque en letras me hayas silenciado. Tu llegas y en verdad habrá sol.

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