Acoso

Recientemente la palabra ACOSO volvió a tomar reflectores principales, la diferencia en esta ocasión es que se alejó de ser cosa de niños (bullying escolar), convirtiéndose ahora en denuncia de carácter sexual por parte de mujeres actrices. Sea como sea, esta práctica de sometimiento descalificador que ejercer de manera ventajosa uno sobre otro, es en exceso común en México.
A ustedes ¿los han acosado? Apuesto que si, todas las mujeres han tenido que soportar al idiota que se cree con la autoridad y poder para lanzar un piropo (total, soy mexicano y así es la costumbre), confiando en que su tono de voz, educación complementaria y porte de caballero, tendrá efecto en cualquier mujer que se cruce en su camino. Pero no, de hecho alguna vez una amiga me comentó que: -“del albañil ya te lo esperas, le lanzan a todas… lo malo es cuando te encuentras que un guapo se pasa de pendejo”-. Así es caballeros, a las mujeres no les es grato que cualquier tipo con pene, suponga que su galanteo tendrán un efecto cautivador en ellas, mejor evitemos malos ratos y aborden de otra manera.


En los hombres el acoso es diferente, tal vez no tan público, pero se da. Tal vez por el machismo nacionalista que nos cargamos, el acoso de ellas hacia ellos, puede ser tomado como medalla a la hombría, pero hay casos en donde no es así y raya en lo patológico. Seguramente confiados en nuestro físico y en la educación de macho, no le damos tanta importancia, pero no puedo generalizar y el acoso de mujer poderosa hacia un hombre, también debe ser denunciado.
Compartiré dos casos en donde el acoso de una ella hacia un él fue evidente. Primer caso, al ser docente en una universidad que ofrecía la licenciatura de enfermería, carrera que captaba a un alto porcentaje de mujeres, de los hombres que entraban se dividían en homosexuales y una minoría heterosexual, los cuales eran vulnerables a la masa femenina. En salones, el género mayoritario dictaba la dinámica del grupo, dominaba los espacios y las bromas (igual de vulgares que en grupo de varones). Fue sorprendente ver a los hombres refugiados en un costado del salón, enmudecidos y siendo espectadores del relajo, y si decidían salirse del límite permitido, las mujeres alfa y beta de la manada se iban con todo sobre ellos. Las insinuaciones sexuales eran agresivas, dudaban de su hombría o aminoraban sus atributos masculinos. Los tres posibles caminos que optaban algunos varones eran: no involucrarse, ganarse a una de ellas y someterse a su dominio o conseguirse novia y ser excluidos ambos de la visión grupal.
El segundo caso es más personal y se trata de acoso por parte de una mujer, con la cual trabajé (como su jefe) por 4 meses, tiempo suficiente para que en su cerebro se generara la idea de que yo le correspondía, cuando nunca me di por enterado. Cuento brevemente la secuencia de hechos: La entrevisto como docente, doy visto bueno y la contrata la escuela. Doy seguimiento y acompañamiento a sus clases. En noviembre recibo de ella una calaverita por día de muertos. Recibo en otra ocasión, un papel con invitación a tomar un café, el cual ignoré, pues en ese momento mi mente estaba en renunciar a la empresa. Renuncié, notifique a todos los docentes por correo y listo. La señora comienza el acoso por celular y facebook, invitándome a salir. Le dejo en claro, vía celular que no soy la persona que cree, que de hecho mantengo una relación sentimental con un hombre –apliqué un Homero: tres simples palabras “soy un homosexual”- y le pido que deje de molestar. Ella continúa, contacta a mi pareja pidiendo ayuda para que me reúna con ella. Bloqueo todo contacto posible por redes, notifico a mis amigos cercanos para que eviten a esta persona. Insiste y su última invitación es a patear piedras en el jardín japonés, misma que ignoro. Ella descubre este blog y deja notas que demuestras la poca sensatez mental que tiene. Borro, bloqueo y reporto. Su último acoso: mandarme un correo a la empresa donde trabajo actualmente, mandándome su CV. Instintivamente me pone en alerta, pero ignoro el correo.
Se convierte en una molestia constante, temo un día encontrármela y que se le afloje más el tornillo mental. No me quita el sueño, pero cada vez que se hace presente me deja en claro que no está bien y eso es un riesgo. Las autoridades harán lo propio en caso que se acerque demasiado, pero, qué necesidad hay de todo esto, si desde un inicio dije NO –de manera respetuosa- y la otra persona insiste. Esto es acoso y es desagradable. No es mi superior, ni cercana, ni siquiera figura dentro de conocidos y sin embargo insiste. ¿ustedes que harían?
El acoso se da por no conservar el respeto hacia los otros y una falta de amor personal. 

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