El arte de hacer lo mismo

En mi infancia, mi padre tenía voz autoritaria conmigo y hermana. Sin mayor explicaciones prohibía cosas, evitando que fuéramos testigos de cosas que, su parecer, no eran aptas para nuestra edad. De esta forma, mi hermana y yo crecimos sin la influencia de los programas de chespirito, cómico mexicano que basaba su éxito televisivo en situaciones comunes y con alto grado de repetición.
La prohibición paterna no se cuestionó hasta mucho tiempo después, cuando tuve mayor consciencia de lo que veía y el contestó: "eran tonterías que no quería que estuvieran repitiendo tu hermana y tu". Años después pude ver el programa y notar que, en efecto, no me perdía de nada. 

Pasa el tiempo y uno se vuelve crítico de las cosas que consumimos con cualquiera de nuestros sentidos y descubro que en la mayoría de los casos, caemos en el consumo de cosas que se repiten, ya que no consumen mucho tiempo en el procesamiento de la información y permite un anclaje en nuestro ADN cultural. Así podemos chutarnos cada año y en las mismas reuniones, la misma cantidad de chistes que hemos escuchado del mismo pariente medio ebrio. 

Al pensar un poco más, así se van construyendo nuestras memorias. Sucede algo, se vuelve parte de las historias familiares, que a cierto tiempo, alguien relata la hazaña y PUM! repetimos todo una ocasión más. En otros escenarios, siempre buscamos que con los amigos se repitan los lugares, las bromas, la ocasión para convivir. Al iniciar la comunicación a través de sistemas móviles, nos hicimos víctimas de esta repetición que aburre y en un solo día, la imagen graciosa o meme, nos puede llegar al celular en más de 5 ocasiones (mismas que reenviamos a otros pobres que seguramente ya habían recibido la imagen). Así también en redes sociales tenemos la peculiaridad de repetir imágenes y si tiene suerte, llegamos a refrescar información con aquel motivo que nos hizo recordar la imagen. Las ganas de repetir imágenes, videos y de más no cesarán nunca .

Lo triste del asunto es, cuando repetimos situaciones sociales que nos perjudican. Elegimos políticos que realmente no son positivos para la vida pública del país, caemos en la difusión de información sin filtrar o juzgarla antes, somos amantes del rumor. Ejemplo claro es aquel mensaje que todos hemos recibido respecto al costo del whats app, a partir de cada año. Somos víctimas y victimarios de mala educación y de poca apreciación de lo que es grato compartir y aquello que simplemente cumple con el objetivo de alimentar nuestro morbo.
Tenemos muchas frases en nuestro vocabulario que han salido de programas de televisión o de radio, pocas de comics o libros y casi nada de las personas que nos rodean (salvo las frases clásicas de nuestras madres y abuelas, que no escribiré aquí, pero todos conocen). Somos presas fáciles de la repetición y de la estereotipia para convivir socialmente. 

Si tenemos una cita romántica por ejemplo y tuvimos experiencias agradables previas, tendemos a ir a los mismo lugares, siendo raro aquel que experimenta cosas nuevas para el nuevo intento. Si tenemos una forma de trabajo exitoso, lo recreamos hasta que entramos en conflicto cuando las cosas cambian. La capacidad de reinventarnos esta limitada en la mayoría de las ocasiones y justificamos nuestros actos con enaltecer nuestra personalidad. Pero si queremos algo diferente, tenemos que encaminarnos por hacer algo distinto, saliendo de nuestra zona de confort, de lo contrario seguiremos corriendo tras nuestra cola.

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