Volumen 2... es inminente
Paco había pasado por mi vida. Demostró que el primer amor no es lo que vemos en las historias del cine. Siguiente paso, conocer a diversos chavos sin que fueran opciones reales de una siguiente relación. Quise descubrir lugares y a los seres que ahí se divertían. Por aquellos días los besos en el antro no significaban un romance, solo una noche, ni siquiera interés.
La vida laboral era inminente. Me inicio como docente. El primer día de trabajo llego y encuentro un rostro conocido. Un tipo que asistía a las tardes de café literario y nunca hablaba o compartía lecturas. Nos saludamos y cada quien a su clase. Sin pensarlo comenzaba nuestra historia con duración de varios años. Los jueves al salir del trabajo, coincidíamos (más tarde él confesaría que me esperaba) y platicando caminábamos un breve trayecto juntos. Me invitó a una fiesta con sus compañeros de la maestría y luego en septiembre organicé una reunión, termino borracho al grado de vomitar y él termina cuidándome. Nos dimos un beso esa madrugada.
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Nos hicimos pareja, me quedaba a dormir en su casa, aprendí a convivir con alguien por mas de 24 horas. Teníamos relaciones sexuales sin reloj fijo y en distintos lugares (como en el laboratorio donde hacia la maestría). Viajamos a su historia, compartimos amistades y como todas las parejas teníamos conflictos. Me incitó y apoyó para que estudiara un posgrado, ayudándome a traducir artículos, a entenderlos, a preparar presentaciones. Me apoyó con experimentos. Enriquece mi vida académicamente.
Toma mi mano fuerte y me da seguridad. Provoca que haga oficial nuestra relación ante amigos y familia. Si, oficialmente soy gay y tengo pareja. Salgo del closet con él a lado. Somos moderados en las expresiones de afecto, seguimos manteniendo nuestro espacio íntimo, pero al hacer evidente nuestra relación, el ruido de alrededor entra y comienza a mover las cosas. En la escuela donde trabajábamos se enteran los alumnos y tienen la ocurrencia de casarnos en una kermés. Me sorprende que los alumnos muestran apertura y acercamiento. Nos buscan como esos faros que de pronto guían camino aun no andado. Y si, todo provoca ruido para y entre nosotros.
Él, tiene una historia cifrada que carga en silencio y porta otra sin cerrar, con un cercano que no le agrada mi presencia. Aparece mas ruido con nombre de otro y sus llamadas a destiempo, salidas y secretos para nosotros. Del otro lado de la moneda, un alumno se encapricha conmigo y echa la carne al asador, generando ruido con un mail enviado, que leí y no borré. Ruido en vivo, en correo electrónico, en el trabajo, entre nosotros. No encontramos equilibrio. Llegan nuevos planes (él mismo genera un cambio) y sale del país. La relación esta sostenida de muy poco y tiene exceso de ruido alrededor. Antes de que la distancia sea palpable, todo concluye y nos mantenemos como amigos. Como seres que se tienen demasiada confianza. El amor había decidido aceptar el declive hormonal que ocurre a los 4 años de relación. No renovamos nada. No quisimos seguir en medio del ruido que nos convertía en extraños. Se fue y me quede con experiencia, con la salida oficial del closet, con una gratitud por haberme hecho crecer y con unas terribles ganas de no sentir su ausencia. De no extrañar su amor. De no pensar en los hubiera. De no dar marcha atrás y volver. De saber que nuestro futuro iba a ser bueno, pero distante. Ambos tuvimos duelo, enojo, silencio y después reencuentro amistoso. Por ahora estaba solo de nuevo.
Me alejé de toda la historia. Me acerqué a la zona oscura que todos tenemos e ignoramos. Algunas noches visitaba un cuarto de azotea con fragancia a marihuana y cerveza. Con sabor a besos con ojos cerrados y secreciones que se confunden con el amor. Lamía un cuello con tatuaje de estrella roja encerrada en un círculo azul. Aceptaba dormir en un colchón sobre el piso, que solo contaba con una cobija. Disfrutaba el desnudo compartido sobre la alfombra de uso rudo. Me divertía ver sus calzones de diversos colores, colgados en el tendedero de pared.
Otras noches gozaba de ir solo a un antro ubicado en republica de Cuba, beber en solitario, hasta encontrar una mirada cómplice, iniciar una ronda de besos y terminar en su departamento y crear así un vínculo donde el secreto era parte de la adrenalina. Las noches era interminables si coincidía con el cómplice exacto de mutuos excesos.
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La curiosidad me llevó a encontrarme con un grupo de lobos, formando una manada. En conjunto lamemos las heridas que cada uno tenía y portábamos en distintas partes del cuerpo. Una manda que cazaba en conjunto, que se conocía con y sin ropa. Que cenaban lo mismo y en la misma noche. Que dormitaban entre lamidas, respiros y quejidos-aullidos que alguno emitía. Gozamos la noche con sus sudores, cambios de nombre y texturas. Y de entre ellos apareció alguien diferente, cuyo latido entendió al mío y en silencio nos alejamos del resto y comenzamos a escribir otra historia, mas tranquila y para dos. Me enteré que no vivía en la ciudad y que eso no se modificaría. Nos la ingeniamos para mantener el aliento mezclado. Me hiciste ver que estabas listo para intentarlo y temí lastimarte demasiado con la inercia que llevaba. Tus visitas valían la pena. Tus ronquidos podía ignorarlos. Tus ojos podría verlos a diario. Pero la distancia me pesaba más que cualquier latido compartido. Entramos a nuestras casa, conocimos a los amigos, nos vimos llorando, nos fundimos en el amor vivo. Me tomaste de alguna manera y eso lo agradezco, pues nunca nos hemos soltado a partir de ese momento.
Después aparecería alguien que volvería a remover todo desde la base y me devolvería al centro extraviado.
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